Sin embargo, pocos sevillanos conocen la existencia de una pequeña capilla que, en la calle Cervantes, resume en su recoleto espacio una intensa historia y un buen puñado de obras de arte. Contemplarla no es sencillo, pues sólo permanece abierta al público los sábados por la mañana, pero hacerlo es toda una experiencia de descubrimiento por el «regalo» de hallar un segundo templo, aledaño, como es la iglesia de San Pedro de Alcántara.
Lo hará, además, dentro de una visita guiada por Joaquín Egea, presidente de la Asociación de Defensa del Patrimonio de Andalucía (Adepa), y una de las figuras clave para entender como ha llegado hasta nuestros días esta capilla, superviviente del convulso siglo XIX y de la desidia hispalense.
«Incluida» dentro del recinto del actual Instituto de San Isidoro, la capilla se sitúa en el compás de entrada al extinto convento de San Pedro de Alcántara.
Fue fundado por los Franciscanos en el siglo XVII tras una larga etapa como lugar de reposo y hospital de frailes del cenobio de San Diego, aquel que se encontraba en la que hoy es la avenida de María Luisa.

Previamente, en los siglos XVI y XVII, el solar albergaba la mansión de los Zúñiga y tras la Desamortización, y la consiguiente expulsión de los religiosos, pasó a convertirse en la Escuela Industrial Sevillana, hasta que alcanzó su uso docente en 1868. Eso sí, La antigua construcción fue demolida en 1961, para levantar el presente edificio que conecta Amor de Dios con Cervantes
En medio de tanto cambio se nos lega la capilla, que logró evitar el proceso de Mendizábal por pertenecer a la rama seglar de la orden, y que fue sometida en 2009 a una necesaria restauración estructural por la Gerencia de Urbanismo, tras complicadas filtraciones en las cubiertas.
Patrimonio
Solo así se evitó perder su patrimonio, en el que destacan numerosas pinturas que hablan del universo franciscano, desde un lienzo con el árbol genealógico de la orden, a otro en el que figura el santo fundador liberando a las almas del Purgatorio, obra del círculo de Murillo, pasando por un impactante cuadro de Terceros crucificados por la causa. Sobresale una pintura que bien podría ser de Peter Van Lint, y que representa el milagro cristífero de la curación del paralítico en la piscina probática.
Todo ello conduce al retablo, presidido por la Virgen de la Aurora, en la hornacina central, un pequeño crucificado de Enrique de Orce y otras tallas como Santa Clara, San Francisco o San Ivo de Bretaña.
El patrón de los abogados no es un habitual en Sevilla, pero tampoco es exclusivo de esta capilla. Otro templo en el que aparece su imagen es, precisamente, la iglesia de Consolación.
La fuerza de este retablo queda compartida entre la arquitectura, con la clásica apariencia áurea del barroco, y los elementos pictóricos, que amplían y perfilan las líneas, a las que dotan de mayor dinamismo para culminar en un simulado dosel que engloba el conjunto y que sujetan querubines.
Por su parte, la iglesia de San Pedro de Alcántara es, desde finales del XIX, propiedad de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, titulares también del Colegio Mayor Femenino «La Luz» que es seña de identidad de esta calle Cervantes.


Entre ellos estaría San Gil, Santa Cruz y Omnium Sanctorum, con su majestuoso templete bajo el que se venera la Reina de Todos los Santos.
Del templo llama especialmente la atención el doble baldaquino que corona el altar mayor, y que se suma a un reducido grupo de templos hispalenses.
Pero no sería justo reducirla a este elemento arquitectónico. Basta con admirar sus profusas pinturas murales, las rotundas lámparas y la singular manera en que se resuelve el coro para comprobarlo.
Claro está, sin dejar de reparar en la fastuosa cúpula de «media naranja» y los vivos símbolos franciscanos de sus pechinas, como las cinco llagas (en la imagen que abre este reportaje).
Todo queda en sus manos. La «oculta» capilla de la Orden Tercera se abre a sus ojos desde las 10 horas hasta las 14 de cada sábado, con el impás que supone la misa «dominical» que se celebra a las 12:30 horas.
Porque los cultos se mantienen. Precisamente la Virgen de la Aurora celebra su triduo anual en octubre. Esto es posible ya que la Orden Seglar persiste, con un número de miembros que supera la docena, aún con poca holgura.
Los mismos que han logrado que este templo, que casi quedó clausurado en 1995 por su estado ruinoso, siga recuperando su antiguo esplendor de joya del barroco sevillano.